martes, 31 de julio de 2007

Texturas y simplificaciones


El contexto: congreso bianual de la ISHPSSB, en la Universidad de Exeter.
El entorno: campus boscoso, la temperatura no pasa de los 18 grados centígrados –aunque es pleno verano- y el cielo está nublado. Llueve intermitentemente. El café es malo pero necesario, la comida –sin comentarios.
La ocasión: una sesión del tipo “author meets critics”, mesa redonda en la que filósofos, historiadores y biólogos presentan sus críticas al autor de algún libro. Sobre la mesa se encuentra el libro de Ron Amundson, The Changing Role of the Embryo in Evolutionary Thought: Roots of Evo-Devo, que versa –como su título indica- sobre la historia de Evo-Devo, la propuesta más reciente de cómo se (re)unen la biología del desarrollo y la biología evolucionista en la era post-neodarwineana para adquirir, juntas, una nueva identidad disciplinaria.
Hay varias buenas intervenciones, pero sin duda es la del mismo Ron Amundson, al final de la sesión, la que me deja un mensaje merecedor de comentario en este espacio.
Como respuesta a una de las críticas generales que se le hacen, la de ofrecer una reconstrucción racional de una historia cuyo final conocemos de antemano -lo cual implica cometer algunos pecados historiográficos- Amundson dice:
"Si uno quiere atender ciertos problemas filosóficos, se vuelve imposible tratar la historia del tema en cuestión en su verdadera textura. Para hacerlo habría tenido que escribir un libro que acompañara a éste, uno de correcciones a las sobre-simplificaciones (¿y generalizaciones?) aquí vertidas".

La respuesta de Amundson captura, creo, el dilema que le da nombre a este blog, que es en buena medida el dilema del filósofo entrenado para reconocer las dimensiones históricas, sociológicas, y de otro tipo, de su campo de estudio: cómo aproximarse a un problema sin verse forzado a duplicarlo (o triplicarlo o cuadruplicarlo, o...) para que el producto sea tanto honesto como significativo, cómo limar las heterogeneidades del problema sin desgastarlas por completo. Quien pueda articular una manera de hacer esto, que la comparta.

domingo, 15 de julio de 2007

Abstracts- usos y costumbres


A todos nos ha pasado. Nos enteramos de un congreso interesante. Enviamos un abstract (resumen) acerca de un tema más o menos trabajado, en el que nos atrevemos a generalizar sin temor a ser bruscamente reprendidos (por otros o por nosotros mismos). Luego pasa el tiempo. El abstract es aceptado. Contentos, ahondamos en la investigación y unas cuantas semanas (o días) antes de la ponencia, sufrimos los efectos secundarios de la generalización. Al releer el abstract, lo notamos ingenuo, un tanto vacío, demasiado contundente o de plano incorrecto. Sufrimos ahora por algo que antes nos causó satisfacción. ¿Por qué?

Porque el uso que la mayoría de nosotros le da al abstract no está capturado en la función que se le asigna oficialmente. El abstract con el que comúnmente (aunque no en todos los casos) nos ganamos la participación en un congreso dista mucho de ser -como su nombre lo indica- una abstracción de nuestro trabajo, la concentración de las ideas más relevantes de nuestra investigación. Tiende a ser, más bien, el depostiario de nuestras intuiciones, de nuestras conjeturas más o menos informadas, de aquello que quisiéramos sustentar por medio de argumentos y que por el momento sólo nos atrevemos a decir mediante un par de oraciones de carácter muy general -porque aquí, en el abstract, sí se vale.

Ya veo el ceño fruncido de varios: un abstract no puede escribirse así, apelando a ideas que se encuentran a medio cocinar, sin argumentos de autoridad (una vez alguien me "corrigió" un abstract señalando un sinnúmero de referencias bibliográficas que -según él- no podía omitir) ni aseverando cosas que no podemos defender exhaustivamente al momento mismo de escribirlo. A ellos les respondo: el que esté libre de pecado (en este caso, de haber generalizado en un abstract) que arroje la primera piedra.

La utilidad del abstract -como herramienta de trabajo y como boleto de entrada a un congreso- radica precisamente en esa combinación de vaguedad y generalidad que, según yo, lo caracteriza. Un buen abstract es suficientemente concreto como para establecer conexiones puntuales y suficientemente vago como para admitir matices y modificaciones a las ideas principales. Un abstract es como el trailer de una película: las imágenes sugieren una historia que puede o no despertar intereses. La película, una vez que se ve completa, puede decirnos algo muy diferente a lo que percibimos al ver los avances, pero las imágenes se mantienen -con la diferencia de que éstas se crean antes de filmar la película, no se editan después. Y sí, escribir un buen abstract antes de tener el artículo completo es todo un arte.

miércoles, 4 de julio de 2007

En los límites de la blogosfera filosófica


Un blog puede cambiar la manera en la que se relaciona la gente: el periodista y el lector, una empresa y sus consumidores, un candidato a la presidencia y los votantes, el CEO de una organización y sus empleados. No por nada hay casos bien documentados de empresas y organizaciones que contratan bloggers independientes para escribir el diario de una campaña presidencial o de lo que ocurre al interior de una empresa. Incluso se han contratado personas específicamente para recorrer la blogosfera en busca de indicadores que le digan a una empresa u organización cómo están reaccionando los consumidores a sus productos (ya sean éstos tecnologías, lácteos o ideas).

Desde que comenzó a existir este blog, hace poco más de un mes, he tenido la suerte de recibir algunos comentarios. En particular, uno de mis posts recibió un comentario de un estudiante asociado y otro de un investigador (quienes también escriben sus propios blogs). Esto sugiere que, al menos en nuestro ambiente, ya existe una blogosfera filosófica, por más incipiente que sea en comparación con la que existe en otras áreas, como la tecnología.

Cualquier artículo acerca del papel que juegan los blogs en nuestra sociedad (como los que se pueden leer en Newsweek, Wired, The Economist o Inc.) enfatizaría este intercambio de ideas como la construcción de un espacio de discusión especial, uno que no tiene lugar en las calles, los libros, ni los pasillos. Un espacio que, si bien adquiere cierto grado de seriedad al ser un documento publicado (si lo pensamos, internet es una enorme casa editorial), también se caracteriza por estar menos constreñido por normas editoriales y de otro tipo, y por estar al servicio de la libre reflexión -un blog tiene una suerte de conversación escrita y recurrente con uno mismo.

Uno de estos artículos relata lo que ocurrió cuando un destacado periodista de la revista Wired quiso entrevistar a un importante personaje de la blogosfera tecnológica. Su petición fue terminantemente rechazada. Quien se rehusó a ser entrevistado insistió en utilizar su propio blog como canal de comunicación y lo ofrecía como herramienta periodística (a disgusto del entrevistador) pero, sobre todo, argumentaba que adherirse al uso de su blog lo libraría de ciertos riesgos que corre cualquier incauto al ser entrevistado: la malinterpretación, la falta de control sobre sus palabras, la cita descontextualizada. El incidente suscitó un escándalo tal que muchos bloggers se aliaron en contra del "ejercicio desigual de poder" entre el periodista y el sujeto, mientras que los periodistas defendieron la idea de que cuando un sujeto accede a ser entrevistado, se suma al "gran acto participativo" mediante el cual todos nos beneficiamos (ver Newsweek). Al final, el artículo nunca se publicó en Wired, pero sí se publicaron muchos acerca de lo ocurrido, en otras revistas.

Hoy recibí un comentario importante acerca de uno de mis posts (el del pasado 11 de junio) fuera de la blogosfera. Resulta que en esa ocasión, no fue el blogger (o sea, yo) el que corrió el riesgo de ser malinterpretado, sino quien inspiró algunas de mis líneas -algo no contemplado en situaciones como la que relaté arriba (véase mi aclaración al post del 11 de junio, en comentarios). Mi condición de blogger me hizo acreedora a una entrevista con el director del IIF, quien -aunque no escribió ningún comentario a mi post- se mostró interesado en clarificar algunas de las ideas ahí vertidas, y se manifestó abierto a la comunicación. Eso me hace pensar en la importancia de la palabra escrita o pronunciada en los límites de la blogosfera (no dentro de ella pero de alguna manera vinculada con ésta). También me hace pensar que, al igual que los líderes de empresas y organizaciones, el director del IIF se toma en serio lo que se discute en la blogosfera.