jueves, 9 de julio de 2009

Respuesta a Yocandra


En su primera novela, La nada cotidiana (publicada por Salamandra en 2002), la escritora cubana Zoé Valdés pone estas líneas en voz de su protagonista Yocandra:
"A quién en cualquier parte del mundo actual no le avergonzaría confesar que es filósofo? ¿Para qué sirven? ¿Sólo para pensar? ¿En las musarañas, como yo? A lo mejor también soy filósofa y aún no me enteré."
Estas preguntas no sólo las hacen los personajes ficticios o los padres, ansiosos, cuando sus hijos les comunican que quieren ir a la universidad para estudiar filosofía -¿por qué no (mueca de estupefacción) "algo útil" como administración de empresas? (Hace ya muchos años, tras comunicarle que había sido admitida para estudiar biología en la Facultad de Ciencias, mi mamá ofreció pagarme una carrera como ésas en una universidad privada -no quiero pensar lo que habría dicho al enterarse de que perseguiría, además de eso, ¡un doctorado en filosofía!)

Al parecer, nuestro gobierno comparte el sentimiento de la "asociación de padres consternados". En México, la Reforma Integral de la Educación Media Superior (RIEMS) intentó eliminar la filosofía y otras humanidades del conjunto de asignaturas básicas. En ella, "el único papel que se le asigna(ba) [a la filosofía] se expresa(ba) en un pie de página del mencionado acuerdo, en donde se declara(ba) que las disciplinas filosóficas tendrán 'un carácter transversal' y 'podrán incluirse si se considera pertinente' es decir, en forma evidentemente aleatoria y discrecional" (según se indicó en un pronunciamiento en contra de dicha reforma).

Yo misma me he quejado, no lo niego, de la inutilidad (a mi juicio, que también es el juicio de una bióloga) de ejercicios filosóficos en los que, por ejemplo, hace falta imaginar un mundo posible donde el agua posee la misma estructura molecular pero no moja...Pero de eso a sostener que la filosofía no sirve para nada y que la sociedad actual puede prescindir de ella, hay un abismo muy muy empinado y rocoso en el fondo del cual habita la ignorancia.

El análisis argumentativo y conceptual -desde la filosofía- puede "aportar claridad a la vida pública de una sociedad". Prueba de ello es el libro titulado La moralidad del aborto (siglo XXI, 2009), del filósofo Gustavo Ortiz Millán. Este libro nació de la participación del autor en el debate sobre la despenalización del aborto en el DF y en el que la comunidad filosófica estuvo muy presente (post relacionado). En él, GOM traza un mapa de posiciones bastante clarificador, incluso para quienes, como yo, seguimos de cerca el asunto. Además, rastrea, localiza y desarticula los principales argumentos usados en contra de la legalización de la interrupción del emabarazo. Ejemplo de argumento: Cuando se permite la interrupción del embarazo antes de las doce semanas se discrimina al embrión de manera injusta y se violan sus derechos. Si esto te suena convincente, ¡lee el libro! (PD- y no te vendría mal una clase de filosofía)

miércoles, 1 de julio de 2009

Nota precautoria

Falta poco para tener el borrador completo de mi tesis doctoral. En el ánimo de prologar, escribí esta nota precautoria que será incluída entre sus páginas terminadas.

El lector tiene en sus manos un ornitorrinco
Hace no muchos años, la tesis doctoral de un científico se leía con ánimo de culminación; la de un humanista con hambre de generalidad. Hoy nadie espera que en su tesis doctoral un biólogo revele el secreto de la vida, y del historiador y del sociólogo se aceptan gustosamente esos análisis ultra localizados que llamamos estudios de caso.

El oficio de escribir disertaciones ha cambiado. Está sometido en igual medida a los vaivenes de la historiografía que a los caprichos de la economía en la sociedad del conocimiento. Si, como dice Juan Villoro acerca del producto actual del periodista, “una crónica lograda es literatura bajo presión”, una tesis doctoral terminada es investigación a contrarreloj. Ideas jóvenes y con fecha de caducidad que se redactan con el ritmo del metrónomo. Más que autoridad, lo que la versión impresa de estas ideas concede a sus autores es el derecho a explorarlas con mayor detenimiento. Más que determinar una identidad profesional (felicidades señorita, usted ha mostrado estar capacitada para ejercer la filosofía analítica), en la tesis doctoral se vislumbra un estilo de razonamiento propio y se esboza el camino que ha de seguirse en la persecución de las ideas. La tesis doctoral no es el final de la educación, sino el comienzo de la vida intelectualmente productiva.

Como el ensayo-centauro de Alfonso Reyes y la crónica-ornitorrinco de Juan Villoro, el objeto que el lector tiene en sus manos no está exento de hibridaciones. De los estudios de la ciencia obtiene el particularismo histórico y social ⎯lo opuesto a “la visión desde ninguna parte” que recomendaba Nagel; de la historiografía, el método de la casuística ⎯único remedio contra el miedo a generalizar; de la ciencimetría, la afición por los documentos y el reto de sustentar con datos alguna objetividad; de la sociología, el consejo ortopédico (dice Latour que una sociología de la ciencia está lisiada desde el principio si cree que los resultados de la sociología van a explicar los de las demás ciencias); de la filosofía, la sospecha sistemática y la pregunta inicial.

Alguna vez dijo un filósofo que el proyecto de escribir una tesis doctoral interdisciplinaria estaba destinado al fracaso. Confío en que este trabajo es un esfuerzo decoroso por desmentirlo, pero no dejo de asumir los riesgos que conlleva semejante tarea.