domingo, 15 de julio de 2007

Abstracts- usos y costumbres


A todos nos ha pasado. Nos enteramos de un congreso interesante. Enviamos un abstract (resumen) acerca de un tema más o menos trabajado, en el que nos atrevemos a generalizar sin temor a ser bruscamente reprendidos (por otros o por nosotros mismos). Luego pasa el tiempo. El abstract es aceptado. Contentos, ahondamos en la investigación y unas cuantas semanas (o días) antes de la ponencia, sufrimos los efectos secundarios de la generalización. Al releer el abstract, lo notamos ingenuo, un tanto vacío, demasiado contundente o de plano incorrecto. Sufrimos ahora por algo que antes nos causó satisfacción. ¿Por qué?

Porque el uso que la mayoría de nosotros le da al abstract no está capturado en la función que se le asigna oficialmente. El abstract con el que comúnmente (aunque no en todos los casos) nos ganamos la participación en un congreso dista mucho de ser -como su nombre lo indica- una abstracción de nuestro trabajo, la concentración de las ideas más relevantes de nuestra investigación. Tiende a ser, más bien, el depostiario de nuestras intuiciones, de nuestras conjeturas más o menos informadas, de aquello que quisiéramos sustentar por medio de argumentos y que por el momento sólo nos atrevemos a decir mediante un par de oraciones de carácter muy general -porque aquí, en el abstract, sí se vale.

Ya veo el ceño fruncido de varios: un abstract no puede escribirse así, apelando a ideas que se encuentran a medio cocinar, sin argumentos de autoridad (una vez alguien me "corrigió" un abstract señalando un sinnúmero de referencias bibliográficas que -según él- no podía omitir) ni aseverando cosas que no podemos defender exhaustivamente al momento mismo de escribirlo. A ellos les respondo: el que esté libre de pecado (en este caso, de haber generalizado en un abstract) que arroje la primera piedra.

La utilidad del abstract -como herramienta de trabajo y como boleto de entrada a un congreso- radica precisamente en esa combinación de vaguedad y generalidad que, según yo, lo caracteriza. Un buen abstract es suficientemente concreto como para establecer conexiones puntuales y suficientemente vago como para admitir matices y modificaciones a las ideas principales. Un abstract es como el trailer de una película: las imágenes sugieren una historia que puede o no despertar intereses. La película, una vez que se ve completa, puede decirnos algo muy diferente a lo que percibimos al ver los avances, pero las imágenes se mantienen -con la diferencia de que éstas se crean antes de filmar la película, no se editan después. Y sí, escribir un buen abstract antes de tener el artículo completo es todo un arte.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Vivette,

Concuerdo en varias cosas contigo, no creo que exista un oarticipante en congresos (sin importar el área) que no haya pasado por el trance de leerse en un abstract y sufrido el "shock" de tener que empatar su trabajo terminado con lo propuesto en el famoso y generalmente tormentoso resumen. Es más, se de casos en los que la generalización (y un tanto el descuido) han llevado al autor a no reconocer su propio abstract. Lo interesante sería reconocer al resumen como inicio de proyecto, no como producto final, un resumen en ambos casos es provechoso, en el primero sirve como "hoja de ruta", en el segundo sirve poner en términos concretos un trabajo de varias cuartillas y bastante tiempo. Me parece válido que ambas cosas coexistan siempre que la generalización no llegue a la banalización del tema, sino represente, efectivamente, una guía de algunas ideas por madurar; pues generalizar por generalizar no es en sí mismo un mérito, para notarlo basta una hora de de charla con cualquier cesudo "filosofo parnasiano" de coyoacán (o sus derivaciones modernas), o cualquier político en tribuna parlamentaria.

Saludos,

Víctor.

Tu.incondicional dijo...

Fascinante su honestidad Vivette.