jueves, 14 de junio de 2007

Filosofía: para qué


Richard Rorty, filósofo pragmatista y autor del célebre libro "Philosophy and the mirror of nature", murió el pasado 8 de junio. No escribo estas líneas a manera de obituario. De esos ya se han escrito muchos, por personas calificadas tanto en la materia como en el personaje. Pero la multicitada interrogante que guió el trabajo de Rorty me sirve de pretexto para ejercitar la reflexión metafilosófica: "¿para qué sirve la filosofía, si es que sirve para algo?"

Quiero pensar que lo que hago tiene alguna utilidad, pero confieso que no fue sino hasta que comencé a dar clases de filosofía e historia de la biología, en la Facultad de Ciencias de la UNAM, que realmente me asaltó la duda y me dispuse a encontrarle respuesta. Ya me había tocado defender la importancia de algunos temas áridos e hiper-específicos en un seminario de filosofía de la biología, pero pararse frente a un grupo de post-adolescentes (la mitad de los cuales eligió la carrera de biología como táctica de evasión de las humanidades) y convencerlos de que la materia les será de utilidad para su futuro científico, es algo muy diferente.

Desconozco si Rorty tuvo claro desde siempre que su filosofía “debía ser útil para aspectos de la vida cotidiana, como la defensa de una democracia liberal”. Yo me fui percatando poco a poco –en el transcurso de unos dos años de dar clases- que enseñando nociones históricas y filosóficas de la ciencia podía contribuir a formar mejores consumidores de información.

Por ejemplo, he notado que antes ver el tema del reduccionismo en un temario de filosofía de la ciencia, el único contacto que mis alumnos han tenido con el término es a manera de regaño y empleado en un tono peyorativo: “Eres un reduccionista, crees que todo lo traemos en los genes”. Entonces invito a mis alumnos a desdoblar esta afirmación, y al final de la clase se llevan a su casa tres mensajes:
  1. El reduccionismo no es una muleta retórica (no se vale acusar a Craig Venter de reduccionista sólo bajo la premisa de que es un biólogo molecular)
  2. El reduccionismo no es cuestión de tamaño (la idea de reducir la genética clásica a la genética molecular no se debe a que esta última postule entidades teóricas más pequeñas que la primera)
  3. Reduccionismo y determinismo genético no son sinónimos (alguien puede ser reduccionista sin ser un determinista genético)
Pero la relevancia de la filosofía llega a ser menos sutil y mucho más urgente. Hoy, a la luz del bombardeo de información que se autocalifica de “científica” y que recibimos a través de los medios, contar con algunos criterios filosóficos e históricos para poder discriminar entre la nota roja, la charlatanería y la nota científica, se vuelve indispensable. En este sentido, la labor del filósofo se suma a la del divulgador científico (ver, por ejemplo, el número 102 de la revista ¿Cómo ves?, donde Martín Bonfil trata el tema del SIDA y sus negacionistas).

Después de todo, una democracia se construye sobre la base de una sociedad que no solamente está bien informada, sino que sabe qué tipo de información está consumiendo: si constituye o no conocimiento.

lunes, 11 de junio de 2007

Con rigor, precisión conceptual y un estilo escueto



El primer número de Crítica, la “revista hispanoamericana de filosofía” que publica el Instituto de Investigaciones Filosóficas de la UNAM, salió a la venta en enero de 1967. Hace unas semanas se conmemoraron los 40 años de su fundación con un coloquio. En la ceremonia inaugural se repartieron unas hojas donde se podían leer el contenido de ese primer ejemplar y el mensaje fundacional del comité de dirección, cuyo primer párrafo se puede resumir así: “En los últimos años una nueva tendencia parece acusarse en la filosofía hispanoamericana…la filosofía deja de concebirse como aventura especulativa, para entenderse como análisis conceptual y como crítica”.

Así conocí el texto mediante el cual se nos exhorta a todos los que rondamos los pasillos de ese instituto -filósofos y aprendices de filósofos, generación tras generación- a expresarnos con rigor, precisión conceptual y un estilo escueto. También es el texto que nos previene de confundir la investigación filosófica (siempre metodológica) con la mera reflexión (esfuerzo pseudoliterario). Pero sobre todo, es el texto que por un lado nos infunde el miedo a caer en “generalizaciones vacías o en un dilettantismo [sic] retórico” y, por el otro, nos encomienda la labor de hacer una aportación a la filosofía en calidad de pensadores hispanoamericanos. Por un lado nos sentencia a evadir la generalización (puesto que corre un enorme riesgo de ser vacía o irrelevante), y por el otro nos asegura que es posible alcanzar el despliegue de originalidad que se requiere para hacer una aportación filosófica sin que ello conduzca a la elaboración de filosofía ficción, esto es, a la elaboración de “sistemas personales del mundo”.

Leer este texto me produjo la impresión de tener en mis manos la versión concisa de un manual para escribir filosofía analítica, así como el acta constitutiva del instrumento que serviría para calificar y para difundir los productos que resultaran de la aplicación de ese manual. En el podium, el sentimiento general, a 40 años de la puesta en marcha de este esfuerzo de “des-ficcionalización” de la filosofía, era de éxito y celebración. Cierto, Crítica se ha consolidado como una revista filosófica con penetración internacional. Pero los elogios fueron demasiado lejos. Hubo incluso quien afirmara que nos hemos acercado más a la “Verdad” (¿eh?), que los métodos de la “filosofía analítica hispanoamericana” (¿qué es eso?) han contribuido sustancialmente a “librarnos del error y la oscuridad” (¿es en serio?).

En una nota más en sintonía con el nombre de la revista, la tendencia de Crítica a publicar sobre cuestiones más bien monotemáticas (sobresalen la filosofía del lenguaje y ciertas corrientes éticas) le valió la insistencia de Luis Villoro -uno de sus fundadores- a no denominarse una revista de filosofía analítica. A abrirse a otras corrientes críticas como la hermenéutica, los estudios de la ciencia contemporáneos y el multiculturalismo. A rescatar quizás la frase más importante de aquel texto fundacional, y acaso la única consigna que no ha recibido atención suficiente:
Sin pretender representar ninguna escuela, [Crítica] intentará recoger las preocupaciones de los representantes de la nueva actitud ante la filosofía que se abre paso en América Latina, y servirá también para encauzar los valores que vayan surgiendo en las nuevas promociones.