domingo, 11 de enero de 2009

Afección sin remedio: ¿asedio o problema filosófico?


Cuando la intuición de un filósofo vivo (y joven) coincide con la de dos filósofos muertos (y reconocidos), hay razones para sospechar de la agudeza -y originalidad- del vivo o afirmar la ingenuidad de los muertos. En este caso, sin embargo, me sedujo la perspicacia (¿acaso inmadurez?) intelectual del primero.

Lars Svendsen coincide con Heidegger en que es necesario "despertar una afección fundamental que propicie el filosofar". Su afección inspiradora es el tedio, dolencia digna de ser denominada problema filosófico por presentarse en la forma "no sé salir del atolladero", tal como recomendaba Wittgenstein.

Algo quejoso de que en la filosofía actual, todos los temas suelen ser "variaciones de cuestiones epistemológicas" (p. 22), Svendsen se propone tomar un tema de veras filosófico (de esos que le hacen a uno preguntarse por el sentido de la vida) por lo cuernos. En este caso, los cuernos no se localizan en los polos -uno aquí, otro acá- sino en la ausencia de polaridad, que es característica del tedio: "si la polaridad desaparece todo resultará idéntico, indiferente, inmanente" (p. 110) y eso es justo lo que produce la enfermedad "de sentir que no vale la pena hacer nada" (p. 42).

El tedio nos hace desesperar en pos de las diferencias, de las que nos convertimos en grandes consumidores, mucho más que de las experiencias. Porque el sentido de las cosas surge, según Svendsen, en medio de la polaridad, esto es, de la diferencia. Pero acabamos inventando "diferencias cualitativas donde no las hay" (p. 58). Así pues, el percatarnos de que padecemos tedio (situacional o existencial) nos conduce a buscar una manera -siempre sin éxito duradero- de "salir del atolladero". Conclusión: tenemos un problema (filosófico).