lunes, 4 de febrero de 2008
Hábitos adquiridos
Además del miedo a generalizar, he descubierto que padezco otras fobias relacionadas. Mis interlocutores en el seminario de redes (ver Divertimientos) -uno ingeniero, otro divulgador de la ciencia, ambos inteligentísimos- me han hecho ver que constantemente evito "ensuciarme" las manos con la realidad, o como digo yo: bang my head against the metaphysical wall.
Se trata de un hábito adquirido mediante el cual evito pronunciarme (¡horror!) a favor de un realismo ingenuo y a favor, también, de un extremo constructivismo. Puesto que mi idea de postura sensata: un realismo contextual/atenuado/intervencionista a la Hacking ("si los puedes rociar, entonces existen" a propos electrones) que admita a su vez la injerencia del hombre en la construcción de lo que conoce como real, es difícilmente sostenible por no decir sospechosamente conciliador, tiendo a alejarme de estas discusiones.
Ocupo mi cabeza con los modelos, con las representaciones, con la luz que se le pueda echar a los fenómenos para dar cuenta de ellos. Ya los escucho: ¡cobarde! Quizás. Pero esa etiqueta, como bien saben, no me molesta. Lo que sí me inquieta es que, cuando surge el problema fuera de círculos estrictamente filosóficos, se hace patente mi responsabilidad como persona científica y filosóficamente informada de pronunciarme, de hacer ver cómo lo que denominamos filosofía de la ciencia tiene valor y utilidad para aquellos -ingenieros, científicos, divulgadores- quienes todos los días se tropiezan con la realidad.
Empieza a dolerme la cabeza.
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