viernes, 11 de enero de 2008

Aborto y acrobacia argumentativa


Algunos de ustedes se preguntarán por qué en nuestro país seguimos discutiendo (así sea en foros plurales y serios, como éste) si la despenalización del aborto es necesaria/aceptable/moral/constitucional. ¿No es obvia la respuesta? Pues resulta que para muchos (en especial, para nuestros legisladores) no lo es, de ahí la importancia de orgnaizar un evento como el que está teniendo lugar esta semana en el IIJ de la UNAM. Sobre la mesa de discusión se han puesto argumentos sólidos que fundamentan la despenalización desde diversos puntos de vista (social, legal, médico, científico). Pero me llama la atención que uno de los temas recurrentes siga siendo la pregunta acerca del estatus del óvulo fecundado: ¿es o no una persona? Me llama aún más la atención la pretensión de darle respuesta.

Unos responden, mediante acrobacias argumentativas y embriología ad hoc, que por cuanto el cigoto contiene el genoma completo de un ser humano, constituye en sí mismo una persona (echando por la borda un siglo de debate filosófico y científico en torno al determinismo genético y el preformacionismo). Otros invocan entelequias e impulsos vitales con el mismo propósito (tergiversando, a su vez, el aporte más lúcido de la biología vitalista y organicista de los siglos XVIII y XIX).

Ante este tipo de propuestas, nuestros comunicadores científicos y juristas salen al rescate. Muestran cómo a través del primer "argumento" se puede concluir que con cada transplante de riñón se transplantan también cientos de miles de "personas". Nos recuerdan que el impulso vital no reside en ninguna de las capas germinales, sino que sólo se puede incorporar al cigoto de manera retórica, a través de argumentos circulares. Presentan nociones filosóficas y jurídicas de persona en las que el relativismo absurdo (disfrazado de tolerancia) que algunos invocan con el fin de otorgarle personalidad al cigoto, queda muy perjudicado.

Tengo dos intuiciones al respecto: (1) Se trata de un falso problema.
Cada vez que se plantea la pregunta me acuerdo de un pasaje de Palinuro de México: "Dime, Palinuro ¿cuándo comienza tu vida a ser tu vida?" No hay una respuesta, sino tantas -y tan absurdas- como las Fernando del Paso decide dedicarle en su novela (al menos dos cuartillas); y (2) Si habremos de tomarnos en serio la pregunta y responderla, esto deberá hacerse desde un enfoque interdiscipinario, puesto que el gineco-obstera, el abogado o el filósofo no podrán -independientemente- dar una respuesta relevante y de utilidad.
Así pues, me manifiesto a favor del diálogo pero en contra de la farseización del debate.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Nuevamente es una posicion interesante. Pero creo que se cae en una esencializacion innecesaria al preguntarse si el óvulo es una persona. No lo es, la noción de persona es jurídica. Lo que está en juego, creo yo, es pensar si los derechos humanos se dan sobre la base de la humanidad o si se dan sobre la base de la personalidad jurídica. Ambas nociones están socialmente construidas pero una es implícitamente social y la otra es explícitamente social. EL miedo a usar una noción explícitamente social viene de los problemas que emanan cuando se "redefine" a tal personalidad para excluir a quien se quiera. El criterio implícito parece conferir derechos al holomorfo humano -en tanto que es humano por el orígen común- sin importar el semaforonte en el que esté en su etapa de desarrollo. Y peor aún, reconociento la existencia de procesos homestaticos del desarrollo podemos diferenciar entre células de riñon y células totipotentes, las primeras no daran lugar a personas si no hay intervención, las segundas darán lugar a personas si no hay intervención.
Poner la discusión en términos de persona -adulto, p. ej.- es esencializar lo "humano" en un estadio del desarrollo, en un semaforonte. Y la humanidad es el holomorfo, no el semaforonte.
NO quiereo que se me lea como un defensor de la ideologia anti-aborto. Solo quiero indicar que no es la ignorancia obtusa de los legisladores la que mantiene el debate vivo, sino la presuncion de tener una etica con fundamentos garantizados que, finalmente, siempre se rompe cuando vemos que hay multiples interpretaciones que hay veces que apoyan y otras no.